Muerte y Resurrección de Sherlock Holmes
La respuesta corta sería que Arthur Conan Doyle decidió “matar” a su personaje por que estaba cansado de él y convencido de que le impedía dedicar su tiempo a novelas de mayor calado, como las novelas históricas que le llevaron a concederle el título de caballero del imperio británico.
De igual forma, su resurrección se debió a que tras una larga pausa de una década en la que pudo escribir una gran cantidad de obras que abordaban otros temas, el personaje ya no ejercía la misma presión en él. Y es por eso que decidió que había llegado el momento de revivirlo.
No obstante, a lo largo de este artículo podrás descubrir y comprender todos los entresijos que llevaron al escritor a tomar ambas resoluciones. Asimismo hablaremos sobre cómo afrontó su decisión y las consecuencias que supusieron para su carrera.
Cómo murió Sherlock Holmes
En 1892, Conan Doyle se traslada a Davos, Suiza, para que su esposa aquejada de tuberculosis, pueda disfrutar de un aire más puro tal y como se recomendaba por aquel entonces. Durante su estancia en el país alpino, el escritor visita las cataratas de Reichenbach, un paraje increíble y poderoso que dejaría una impresión tal, que la haría digna del marco final de la muerte de su personaje.
En el que creía que sería su último relato sobre el detective, “El Problema Final” (1893), El profesor Moriarty tiende una emboscada a Holmes en un camino de montaña que desemboca en el mismo salto de agua que visitó el autor. Tras una encarnizada lucha, Moriarty y Holmes, se precipitan al vacío en las aguas turbulentas de las cataratas.
Por qué Arthur Conan Doyle decidió matar a Sherlock Holmes
Para el escritor escocés, y únicamente por aquel entonces, las novelas de Holmes no podían ser consideradas “literatura seria” y las presiones de su editor para sacar una mayor cantidad de historias hizo mella en él. El personaje de Holmes había nacido en un momento de apuros económicos para Doyle y su relación con el personaje tenía ciertas connotaciones negativas que arrastraría durante mucho tiempo.
Tras la publicación de “El Problema Final” (1893), el novelista decidió dar la trama por zanjada. Las protestas de los aficionados no tardaron en llegar, 20.000 suscriptores se dieron de baja de la revista The Strand donde se publicaban sus historias en forma de serial. También llegó a recibir una carta de una señora donde le llamaba “bruto”.
En una carta enviada a su madre en 1891 decía: “Planeo matar a Holmes en la sexta aventura. Me impide pensar en cosas mejores”. Durante todo ese tiempo, su madre intentaría persuadirle por todos los medios. Llegando incluso a sugerirle infinidad de tramas para nuevas historias.
Sin embargo, las críticas y el revuelo provocado por la muerte del personaje no hicieron mella aparente en él. Tras la publicación del último relato comenzó un largo viaje de giras y conferencias por Estados Unidos, y durante los años siguientes al fin pudo dedicarse a escribir gran cantidad de novelas y relatos de los que surgieron algunas de sus obras más conocidas más allá de Holmes.
Primer Retorno de Holmes
No fue hasta 1902, cuando ya reconciliado en cierta forma con el personaje, que durante unas vacaciones con un amigo suyo por la región pantanosa de Dartmoor, comenzó a fraguarse el retorno del detective.
En ese viaje, su amigo Fletcher Robinson le contó algunas leyendas locales que influirían gratamente en él. El embrujo del lugar, las historias de su amigo y la influencia de su madre, terminaron por convencerle de traer de vuelta a Holmes. De este modo nacería “El Sabueso de los Baskerville” (1902), pero todavía hay que entender que era una historia cronológicamente anterior a la muerte del personaje y que no implicaba un retorno de entre los muertos.
Necesitaba desarrollar la semilla de la historia que se estaba fraguando en su mente. Un misterio de tintes sobrenaturales que al final se vería aclarado de forma lógica y explicable. Para tal asunto sería una estupidez crear un nuevo personaje, cuando para ello, ya disponía de uno que encajaba a la perfección.
Además se comprende perfectamente, que para aquel entonces Doyle se hubiese reconciliado con su personaje ya que habían pasado casi 10 años desde la última historia. Había tenido tiempo suficiente para escribir y desarrollar otras facetas literarias y además en esta ocasión decidió desarrollar al personaje con el que realmente se sentía identificado y que era su alter ego en las aventuras de Holmes, nuestro querido Dr. Watson.
La Resurrección Definitiva del Detective
El verdadero regreso del detective se produciría un año después en 1903, cuando en una reunión con un editor estadounidense, tras garantizarle una importante suma de dinero, este le convenció de revivirlo. Fruto de esta negociación se desarrollaría “La Aventura de la Casa Vacía” que traería de vuelta a Holmes explicando su ausencia y su engaño como una treta necesaria para lograr la caída de todo el entramado criminal del Profesor Moriarty tras su muerte.
A pesar de todo lo dicho anteriormente sobre el desencanto del Doyle con el personaje, ya en “El Problema Final” se intuían algunos hechos que abrían la posibilidad de que Holmes pudiese volver algún día. Tanto el conocido ingenio del detective, sus demostradas habilidades en la defensa personal, como la disposición de algunos objetos en el escenario donde ocurre la lucha con Moriarty o la desaparición de los cadáveres, dejaban un cierto resquicio para su regreso. Por tanto, es mucho más que probable que el escritor no quisiese cerrar esa puerta para siempre.
Finalmente la vuelta de Holmes se produjo y de la mejor forma posible. Tras la creación de “El Sabueso de los Baskerville”, una novela en vez de un relato donde el escritor sintió una mayor libertad y entusiasmo, Doyle templó los aspectos negativos del personaje. Sintiéndose más abierto a experimentar, comenzó a involucrar a Holmes en tramas mucho más frescas y atrevidas, así como a profundizar más en el personaje.
Esta nueva forma de afrontar la escritura de las siguientes novelas, supuso un soplo de aire fresco que le llevó a continuar con el desarrollo de las mismas hasta la publicación de su último relato oficial, “La aventura de Shoscombe Old Place”, en 1928.